domingo, 29 de septiembre de 2013

Caricia angelical: primer capítulo (I)





       Mi cabeza era un torbellino de tristeza y confusión. Shihoin Yoruichi, la persona que fue el pilar fundamental de mi vida me había traicionado: había ayudado a escapar a Kisuke Urahara de la Sociedad de Almas después de haber sido incriminado por haber convertido en Hollow a ocho shinigamis, entre ellos su ex teniente. ¿De verdad aquello estaba ocurriendo? Pocas personas eran las que se ganaban un trocito de mi corazón, pero ella había conseguido obtener el más grande...no, había conseguido todo mi corazón. Yoruichi era mi diosa, era la perfección… pero aquella diosa me había traicionado. En ese momento habría dado todo lo que fuera necesario para poder estar con ella y que las cosas fueran como antes, pero ya era tarde para eso. Todo aquello provocó un profundo dolor en mi pecho que iba en aumento día tras día. Las noches se habían convertido en mis peores enemigas, ya que era cuando más pensaba en ella, y en mi felicidad arrebatada. Con el paso del tiempo, me volví más fría y distante, tratando en vano de volver a la normalidad. Sin embargo, era obvio que no podía soportar aquella presión, así que un día quise ausentarme de todo aquello en algún lugar en el que pudiera ser yo misma… ¿Y qué mejor sitio que en el improvisado altar que monté en honor a mis difuntos hermanos? Pero lo que supuso una simple escapada acabó siendo el primer paso hacia el retorno de esa felicidad.

Con aquel dolor en el pecho, y sintiendo que mi mundo se derrumbaba, me dirigí hacia el Monte Koifushi, un lugar poco frecuentado por los shinigami. Era un lugar hermoso y reconfortante porque podía estar a solas, y ser quien realmente era, mostrar mis verdaderos sentimientos y librarme de las ataduras del día a día. Pese a todo esto, aquel dolor evitaba que pudiera sentirme en paz, y poco a poco fui derramando lágrimas por el camino, hasta llegar a una parte difícil de encontrar…donde estaba el altar con algunos recuerdos de mis hermanos. Allí fue donde rompí a llorar. Para mí llorar era una derrota, algo prohibido desde que tengo conciencia. Llorar no era una opción. < Pero si realmente no lo era… ¿por qué me había derrumbado, cuando yo siempre he sido fuerte y decidida? Ah…porque la razón por la que he estado luchando ha desaparecido para… ¿siempre?> Una sensación de nostalgia me invadía en cuestión de segundos, asfixiándome hasta acabar conmigo. Caí de rodillas y me tapé la cara, deseando que todo acabase. Aún así, sentí como una cálida y suave mano se apoyaba dulcemente sobre mi hombro, dándome un atisbo de esperanza. Mis lágrimas pararon en seco, y acto seguido, separé levemente mis manos de mi cara por la impresión. < ¿No será…? >

- …¡Yoru-! -Dije esperanzada mientras giraba mi cara hacia aquella persona, deseando que fuera Yoruichi. Pero esa no era su mano, sino la de Kuchiki Rukia, quien apenas conocía ni quería ver para entonces. Me enfadé, y desaté mi ira con lágrimas y gritos.- ¿Qué haces aquí?-Dije llorando más que antes.- ¿Qué quieres… burlarte?...Pues hazlo…hazlo. -Dije totalmente derrumbada, flaqueando en cada uno de mis gestos. Tratando de recuperar lo que en un pasado tuve…- ¡Búrlate y échame en cara que soy la más desgraciada! -Silencié mi boca entre llantos, cubriéndome de nuevo la cara con mis manos bañadas en lágrimas.

Para mi sorpresa, aquella cálida, pálida y hermosa mano apartó mis manos con suavidad, lo que hizo que mirara directamente hacia aquellos vívidos ojos violáceos, que expresaban preocupación y algo de dolor.

- ¡Cálmate! -Exclamó Rukia con cierta furia, pero sin faltar el tacto en ellas, haciéndome más vulnerable.-…La capitana que yo conozco…no, que todos conocemos, no actúa así. –Dijo mientras quebrantaba un silencio que duró unos pocos segundos, pero que me incomodó más que cualquier otro. Sabía que lo que ella estaba diciendo era verdad. Yo nunca lloro, teóricamente.- La capitana que conocemos los shinigami es alguien fuerte, capaz de superar increíblemente cualquier problema, y que consigue lo que desea por medio del juego limpio y del trabajo duro.-
- Pero hasta la persona más fuerte se derrumba…-Dije casi como un susurro, mirando hacia el altar, donde estaban mis hermanos…observándome.
- ¡No seas estúpida!-Dijo mientras me daba un bofetón y me miraba con tristeza, pero con algo de esperanza…pero… ¿esperanza de qué?

Me giré para observarle…sus ojos brillaban por la esperanza que había en ellos. Supuse que ella era feliz, pero al mirarlos más detalladamente vi que ella también sufría, que ella también se sentía como yo…perdida, pero había una diferencia fundamental entre ella y yo. Ella tenía esperanza, y yo no. Ella tenía quien la apoyara, y yo…no. Ya no tenía a nadie. Dirigí mi triste mirada hacia ella, y por su reacción me di cuenta de que ella se había dado cuenta de lo que yo estaba pensando. Extrañamente eso era algo que me alegraba. Estaba cansada de tener que ocultarlo todo… desconfiar totalmente de todos. Sin embargo, su mirada me hizo ver que podía confiar en ella. Al ver que aquella dulce mano no pertenecía a quien yo quería ver, quise sacar mi zampakutou y atacarla, apartarla de mí. Pero si lo hubiera hecho, no podría haberme dado cuenta de que yo también podía tener algo de esperanza…una esperanza que ya había dado por arrebatada. Su mirada hacía que gran parte de mis heridas personales se fueran curando poco a poco, eliminando el dolor que amartillaba mi pecho, remplazándolo por paz.





Segunda parte

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...